miércoles, 16 de noviembre de 2011

Demogracia: una democracia que hace reír.

Esta es una de las ocasiones en las que la risa no es una buena cosa. Miro por la ventana y ¿qué siento? Pues sí, ganas de tirarme. Carme Chacón me mira fijamente, y aún así debo dormir tranquilo. Por si fuera poco, la imagen de Rajoy me viene a la mente. Hoy es mi día. A fin de cuentas, ¿qué opciones tengo para estas elecciones?


PP, estas dos “P” solían significar Partido Popular, pero más parece a día de hoy que sea “Pugna por el Poder”. Cualquier cosa por llegar a gobernar, aún a costa de la coherencia. “Potenciaremos el inglés”, y aquí, aprender en Catalán debería ser, según la doblepé, delito. “Apoyaremos a las familias”, dicen. A las familias con un señor, una señora y seis hijos vestidos a lo “Amo a Laura” añadiría yo.


PSOE, lo que solía ser Partido Socialista Obrero Español. Hoy en día, bueno, al menos podrían mantener dos letras, que es la mitad, aunque no sé si no sería demasiado abstracto (PE). Un partido que habla de democracia, y que propone cambios a la Constitución a velocidad de AVE (a la velocidad que va, no a la que se construye). Un partido que habla de la equidad de la distribución de bienes, pero que acepta que mande el mercado. Nadie sabe repartir mejor los bienes que el mercado, que ni siquiera se ve. Sí, y Casper debería llevar la contabilidad del Estado.


ERC, Esquerra Republicana de Catalunya. Con su “comunitat de vols via Madrid o República oberta al món?”, cosa que hemos dejado clara con el aeropuerto de Lleida-Alguaire (proyecto by el Tripartit), para quien el mundo es Mallorca. Hobre, alemanes sí que hay, sí. Por otra parte, me huelo que sería más “república de rodalies direcció Barcelona”.

Un gran pilar de su propuesta es el “concierto económico”. Pero esto que es, un país, o una gira de Lady Gaga.


CiU. Creo que significa “Cortamos y Urdimos”. Lo que es lo mismo, adelgazamos servicios y urdimos planes para poder ponerle un nombre bonito (que no sea recorte).

Y, claro está, un límite de velocidad en las carreteras que se ajusten a la realidad. Será a la realidad de los mundos de yupi, porque lo que es en determinadas carreteras (cuyo gobierno es, recordemos, de Cortamos y Urdimos) sigue siendo variable. Igual es que la realidad cambia mucho... pero siempre por debajo de los 100.


ICV-EUiA... qué decir de un partido que tiene más letras en el nombre que miembros en el partido. Claro que promueven una España federal, a lo Tribunal Constitucional. Vaya, que “ni chicha, ni limoná”, que queremos votos... pues nos salimos por la tangente.

Reduir, no retallar”, parece que entre tanta letra se han colado la C y la U. ¿Quién lo hubiera dicho?


Por no hablar de la mágica dación en pago. Golpe de varita y... ¡chas! Mágicamente todos los programas lo presentan en su programa. Pero entonces, ¿quién fue el malote que votó en contra cuando se presentó el proyecto? Debí de ser yo, y no me acuerdo.


Votaría en nulo, pero hoy alguien me ha dicho que es lo que debo hacer y yo no me someto. Votaría en blanco, pero eso me convertiría automáticamente en un friki. Me abstendría, pero sería un inmovilista, un aburguesado y un irresponsable.


Así pues, ¿qué hago? Pues hacerme alemán... al menos mi prima de riesgo estaría siempre a cero.

martes, 8 de febrero de 2011

Pro Milone

En esta ocasión, un título más que adecuado para el "nombre tapadera" que me he puesto para cuando me paseo por estos lares. Es posible que no se entienda su relación con el tema que va a tratar, si lo hago así, a las bravas y en frío, por eso primero cabe explicar una anécdota de esas que marcan a uno profundamente.

Hace unos días, recordaba una de las "batallas" más épicas que he tenido hasta ahora. No me gusta usar términos como "épico", que parece que se usen por moda (y por lo visto la palabra "épico" está de moda en ámbitos freaks). Como soy de letras y sé que la Eneida es épica, lo uso, sin estar influenciado por modas. Esta remisión a la Eneida me viene de perlas para explicar el momento en que sucedía esta anécdota: momentos previos a realizar una prueba escrita de Latín en las Pruebas de Aceso a la unversidad (o sea, un examen de selectividad, cabezas calientes). En la misma puerta del aula donde tendría lugar dicho evento, yo y todos los compañeros de instituto que lo realizarían conmigo (guiño) repasábamos fervientemente todos nuestros conocimientos, con aquella sensación de ser extremadamente incultos que nos da el pensar que sabemos menos de lo que se espera de nosotros, que sabemos menos de lo que deberíamos. Así, repasábamos en voz las obras del ilustre Marco Tulio Cicerón, por si a quien había redactado el examen le daba por poner una lista para hacernos marcar el 'intruso'. Así, cantábamos: "Tusculanae Diputationes, In C. Verrem, In L. Catilinam, Pro Milone"... Con esto una voz desconocida se alzaba a nuestras espaldas: "Pro, ¿qué?". Una compañera (o, en esas circunstancias, competidora), que con esta pregunta hacía que todos los compañeros del IES que estábamos allí nos mirásemos, una mirada cómplice con la que nos decíamos: "pues no estamos tan mal, no somos tan incultos".

Al acordarme de lo que ha supuesto este largo párrafo, una fatídica pregunta acudía a mi mente: ¿En qué nos estamos convirtiendo? Esto es así por que la sensación de alivio que supuso saber que alguien sabía menos que nosotros no provocaba una sensación de superioridad, sino de desasosiego cultural. Es decir, lo lógico en aquel momento (y ahora que lo veo en retrospectiva, también) era sentirse inculto, ya que cualquier pregunta que hubiera supuesto hablar del contenido de las obras, y no sólo de su nombre, habría provocado un desastre. Así pues, si yo me avergonzaba de conocer tan pocos detalles, me da la sensación de que quien sabía menos que yo debería estar muy, muy preocupado. Pero no, recurría al famoso teorema "si yo no, no", que formula magistralmente cualquier estudiante en un momento preexamen cuando un compañero expresa una duda o explica un epígrafe o subepígrafe del temario. Tal teorema se expresaría "si yo no lo sé, no hace falta saberlo". Esto en mi pequeña mente supone una especie de alardeo de la propia incultura.

Esto, en un estudiante, en momentos previos a un examen, puede no ser tan grave, si lo consideramos en el contexto de nervios y agobio previos a una prueba importante. Ahora bien. esto puede trasladarse al plano de la realidad cotidiana, del mundo en que vivimos, en el que ser (o querer ser) mínimamente culto, o, como poco, pretender no ser demasiado inculto se ve como un signo de marginación. Actualmente parece ser más normal, como mínimo más deseable, decir cosas como que uno de los reyes católicos se llama Juan Carlos, o decir que "nunca me he leído un libro... a ver, revistas de cotilleo y eso sí", que decir que es muy exagerado que cierto personajillo salga excesivas horas en los medios de comunicación, que no aporta nada y que deberían eliminarlo de la parrilla televisiva.

Eso sí, la cultura está muy defendida por las altas esferas. Siento que el conocimiento y la cultura están extremadamente protegidos por organismos como SGAE y Gobierno (v. Ley de Economía Sostenible, o Ley Sinde), que aseguran un mantenimiento íntegro de toda la cultura. Y es que, es imposible imaginar una mejor forma de proteger la cultura que asegurar el mantenimiento de grandes riquezas, riquezas que se ganan a costa de pagar excesivamente ciertos servicios, amén de cobrar por otros que son, al menos, dudosos (el famoso canon).

Hay más formas de defender la cultura por parte de "los electos", que están haciendo un gran trabajo. Aquí no me refiero a la cultura en el mismo sentido que el párrafo anterior, sino a la cultura entendida como educación, y es que poner etiquetitas a la educación (LOCE, LOGSE, LOE y lo que venga), bajar sueldos de funcionarios, encarecer el acceso a la educación, fingir que estamos a nivel europeo son las mejores maneras de crear un sistema educativo que no es que funcione bien, es que va como la seda. Efectivamente, va como la seda para crear personas incultas, incapaces de pensar por sí mismos y más preocupadas por si Jesulín se casa o se divorcia que por si van a tener que trabajar hasta los 5o, los 60 ó los 350 años. Y es que, según mis cálculos, mi generación se jubilará a los 75, como poco, eso si no heredan mis hijos mis años cotizados, para que así mis nietos puedan, entre yo y mis hijos, jubilarse a los 67. Un sistema que va como la seda para crear personas que pongan el grito en el cielo si tienen que fumar en la calle, pero que aceptan como si fuera algo inherente a la realidad pedir una hipoteca cada vez que pasan por la gasolinera. Y es un sistema que va como la seda para crear personas que se pasen meses discutiendo si Messi o si Cristiano (y no hablo de religión), pero que duerman tranquilamente aunque los bancos se salven con dinero público, manteniendo riqueza cosechada precrisis y aumentándola postcrisis.

Con todo esto, se hace evidente que como humanidad, como sociedad no hemos evolucionado, sino involucionado (que diría Andreu Buenafuente). Si hace siglos, era importante quien descubría la electricidad, o la gravedad, ahora lo es quien pasa una noche en la cama de cualquier famosucho, que para colmo es famoso por haberse acostado con otro famosucho, y así sucesivamente. Vivimos, actualmente, en una sociedad en la que el objetivo es convertirse en 'Kikos Hernández', gente sin oficio, pero sí mucho beneficio, que no saben lo que es una tilde pero viven a base de pasar interminables horas poniendo la cara delante de una cámara. Y si alguien lo critica, no es que sea un sistema que hace aguas, es que quien lo ve así es un inútil, que no sabe lo que se dice, un marginado y un friki.

Ahora bien, esto es puramente mi opinión, y ¿cuál es, la opinión que cuenta? No debe ser la mía.


*Con esto me han venido recuerdos y agradecimiento para dos profesoras, que supongo que no lleerán esto, pero aún así, me veo en la obligación moral de agradecerles su esfuerzo y trabajo: Mercè Grané, y Rosa María Calderón. ¡Gracias por hacer de nosotros personas más cultas!